Tras varios días de viaje,
llegaron al planeta entre vómitos y arcadas, bilis, babas e inmundicia
sintética. Llegaron sin alma, porque al viajar a grandes velocidades el alma
llega siempre después que el cuerpo, y en un viaje de esas características el
alma puede perderse para siempre y no volver a encontrarse nunca con el cuerpo.
Cuando abrieron bien los ojos no
pudieron describir nada. Habían olvidado sus nombres y el motivo por el que
estaban allí. Miraban con asombro sus cuerpos empapados en compuesto amniótico
enriquecido. Se tocaban con miedo entre balbuceos, sin prestar atención a que
en las pantallas de navegación se perfilaban amplias zonas con estructuras
iluminadas sobre las que descendía una fina lluvia de filamentos blanquecinos. Si sus almas regresaban a tiempo
podrían saber que habían encontrado la respuesta; que finalmente habían
llegado… y que estaba lleno de luces.
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