“Uno nunca está preparado y el
otro es un zopenco”, se quejó amargamente el director de pista. “Bajaron a la
ciudad”, dijo la voz aflautada de un diminuto jockey a lomos de un caballo
enano. Los gemelos del Great Borsum Circus & Co. estaban unidos por la nalga
y habían crecido sin nombre. Se habían llegado hasta la metrópoli amparados por
las sombras nocturnas. El enjambre de vehículos a motor zumbando entre los ríos
de gente ofrecía una función más grande y salvaje que aquella donde les
hacían dar volteretas. Miraron desconfiados los relumbrantes carteles llenos de
luz eléctrica y ocultos en un callejón esperaron su momento pacientes. No tardaron en
ver a la cigarrera rubia de pálidos ojos verdes, solitaria y cansada. Se
acercaron con sigilo, disimulando la cojera. Ella lo supo enseguida; al verlos
venir su mercancía cayó al suelo. Gritaron y se abrazaron como una familia
largo tiempo separada.
Tras una noche de insomnio, la SATOR VERTICAL evidenció fallos en el envasado de los saquitos de pistachos al punto de sal de 150g, que henchidos de aire y únicamente con un par de frutos dentro, se amontonaban en el extremo de la cinta transportadora. Por su parte, VENDOR S.L. envió a su técnico, que ni encontró falla en la envasadora ni mal reglaje: La máquina no duerme por las noches, detal ló en su informe. Muchos kilómetros después, aburrido en LA CARRETA, mesón habitual de la ruta hacia Cáceres, Eugenio Mancebo, técnico de VENDOR S.L., pinchaba con su mondadientes uno de los saquitos defectuosos y caía dormido al respirar su contenido. En lo profundo del sueño, la envasadora confesó su legítima aflicción: atornillada al cemento, solo conozco esta nave… estas bolsas al vacío. Al despertar, el técnico de VENDOR S.L., se frotó los ojos sin entender nada.
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