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El último vendedor en el mundo de enciclopedias a domicilio


Esta historia está basada en hechos reales. Yo soy el protagonista y todo lo que llevo encima o bien es barato o es falso: mi traje, la corbata, la estilográfica imitación en plástico de Mont Blanc. Pocos saben que las enciclopedias de hace cuarenta años siguen actualizándose a razón de dos tomos por año, y no hay nada como un buen libro grande, de tapas duras. El saber ocupa lugar: varias estanterías; ese es mi lema. Una casa puede construirse apilando libros, pero prueben a hacer lo mismo con la Internet. Las eminencias no consultan Wikipedia; y no la consultan porque sus oficinas están llenas de gruesos volúmenes repletos de conocimientos y atesorados durante años. Esa es la diferencia, señora o señor. Y caen vencidos como reses cansadas. Y pagan el anticipo de un par de tomos que nunca recibirán. Y acaba el relato, y mi obra, y yo mismo desaparezco.

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Kedardo

Leche, cacao, avellanas y otras tantas cosas inútiles y dulces no impidieron que Kedardo, que vestía sus flacos alambres con un trocito de paño, llegara hasta el sofá para acomodarse con placer en un pliegue de la manta junto a la inquilina con la que charlaba a diario y que dormía profundamente ante las luces y voces de un televisor que nunca descansaba. Kedardo rara vez tocaba a personas, pero era media mañana y la inquilina no despertaba. Decidió subir por el brazo hasta llegar al cuello y allí comprobó que la inquilina se había marchado. El fino alambre de Kedardo se curvó bajo su pañito a cuadros y desde el hombro echó una mirada al apartamento; habían sido buenos años. Volvería a la infame grieta de la cocina. Pasaría una larga temporada sopesando  si mostrarse a las nuevas personas. Pero antes recortaría un pequeño cuadrado de suéter que llevaría consigo.

Sueños al vacío

  Tras una noche de insomnio, la SATOR VERTICAL evidenció fallos en el envasado de los saquitos de pistachos al punto de sal de 150g, que henchidos de aire y únicamente con un par de frutos dentro, se amontonaban en el extremo de la cinta transportadora. Por su parte, VENDOR S.L. envió a su técnico, que ni encontró falla en la envasadora ni mal reglaje: La máquina no duerme por las noches, detal ló en su informe. Muchos kilómetros después, aburrido en LA CARRETA, mesón habitual de la ruta hacia Cáceres, Eugenio Mancebo, técnico de VENDOR S.L., pinchaba con su mondadientes uno de los saquitos defectuosos y caía dormido al respirar su contenido. En lo profundo del sueño, la envasadora confesó su legítima aflicción: atornillada al cemento, solo conozco esta nave… estas bolsas al vacío. Al despertar, el técnico de VENDOR S.L., se frotó los ojos sin entender nada.