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Terranova


La cantante de ópera está apoyada en la barandilla de la cubierta superior del Titanic. Se dirige a Nueva York. En el Metropolitan las entradas se agotaron hace meses. Dos noches y una cantidad indecente de dinero para escuchar a la diva del imperio, que se acomoda dentro de su abrigo de pieles blanco mientras mira con desgana el horizonte y escucha el rumor del oleaje lamer el impenetrable casco del transatlántico. El mar no acaba nunca. La noche es fría y estrellada. Todo está en calma. Cuatro cubiertas por debajo los piojos duermen cobijados entre la mugre. En Nueva York la filarmónica afina sus instrumentos. La diva saca un cigarrillo de su pitillera de oro, lo enciende y el humo se pierde en la inmensidad. Pero nada se pierde. Todo retorna bajo otra apariencia. Su vida discurre igual que una placa de hielo flotando a la deriva.

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Kedardo

Leche, cacao, avellanas y otras tantas cosas inútiles y dulces no impidieron que Kedardo, que vestía sus flacos alambres con un trocito de paño, llegara hasta el sofá para acomodarse con placer en un pliegue de la manta junto a la inquilina con la que charlaba a diario y que dormía profundamente ante las luces y voces de un televisor que nunca descansaba. Kedardo rara vez tocaba a personas, pero era media mañana y la inquilina no despertaba. Decidió subir por el brazo hasta llegar al cuello y allí comprobó que la inquilina se había marchado. El fino alambre de Kedardo se curvó bajo su pañito a cuadros y desde el hombro echó una mirada al apartamento; habían sido buenos años. Volvería a la infame grieta de la cocina. Pasaría una larga temporada sopesando  si mostrarse a las nuevas personas. Pero antes recortaría un pequeño cuadrado de suéter que llevaría consigo.

Sueños al vacío

  Tras una noche de insomnio, la SATOR VERTICAL evidenció fallos en el envasado de los saquitos de pistachos al punto de sal de 150g, que henchidos de aire y únicamente con un par de frutos dentro, se amontonaban en el extremo de la cinta transportadora. Por su parte, VENDOR S.L. envió a su técnico, que ni encontró falla en la envasadora ni mal reglaje: La máquina no duerme por las noches, detal ló en su informe. Muchos kilómetros después, aburrido en LA CARRETA, mesón habitual de la ruta hacia Cáceres, Eugenio Mancebo, técnico de VENDOR S.L., pinchaba con su mondadientes uno de los saquitos defectuosos y caía dormido al respirar su contenido. En lo profundo del sueño, la envasadora confesó su legítima aflicción: atornillada al cemento, solo conozco esta nave… estas bolsas al vacío. Al despertar, el técnico de VENDOR S.L., se frotó los ojos sin entender nada.