Contempló malhumorada el armario,
no podía abrirlo. Bajó entonces al oscuro sótano lleno de grandes y vigorosas raíces.
No encontró herramientas; claro, nunca las había comprado. Tampoco había
comprado nunca aquel armario, pero allí estaba. Alguien había debido arrastrarlo
hasta allí aprovechando su ausencia. Ignorante de su contenido acercó la oreja
a la puerta maciza, también intentó moverlo, pero nada. Eran las tantas cuando el
sueño la venció, y seguía contemplándolo. Por la mañana la despertó el
dolor de espalda, una mala postura, como de costumbre. No podía estirar las piernas, y estaba oscuro. Intentó hablar, pero no había voz, no había sonido, no
podía moverse, estaba en un agujero, en el fondo de una caja; en un armario que
era imposible abrir.
Tras una noche de insomnio, la SATOR VERTICAL evidenció fallos en el envasado de los saquitos de pistachos al punto de sal de 150g, que henchidos de aire y únicamente con un par de frutos dentro, se amontonaban en el extremo de la cinta transportadora. Por su parte, VENDOR S.L. envió a su técnico, que ni encontró falla en la envasadora ni mal reglaje: La máquina no duerme por las noches, detal ló en su informe. Muchos kilómetros después, aburrido en LA CARRETA, mesón habitual de la ruta hacia Cáceres, Eugenio Mancebo, técnico de VENDOR S.L., pinchaba con su mondadientes uno de los saquitos defectuosos y caía dormido al respirar su contenido. En lo profundo del sueño, la envasadora confesó su legítima aflicción: atornillada al cemento, solo conozco esta nave… estas bolsas al vacío. Al despertar, el técnico de VENDOR S.L., se frotó los ojos sin entender nada.
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