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Ascensión


La figura iluminada del cowboy a la entrada del centro comercial repetía su mensaje pregrabado. El mensaje se escuchaba cada vez que alguien, algo, pasaba por debajo, y al acabar enfatizaba la marca del anunciante. No muy lejos de allí, en la zona verde, había un montón de esterillas de yoga y mochilas tiradas en la hierba; un grupo de personas había formado un círculo cogiéndose las manos. A una nube panzona la empujaba el viento. El trap se escapaba de un coche que pasaba, al alejarse dejaba en el aire una franja de sonido blanda y desigual que se mezclaba, intermitente, con el mantra de al lado. Un jubilado solitario compraba un menú en la hamburguesería. Los niños pegaban su nariz al cristal de la tienda de mascotas.

La nube se abrió en silencio y el cowboy de metal y neón ascendió hacia ella como elevado por ángeles. Se desplazaba despacio sobre las cabezas, que desde lo alto se veían diminutas, repitiendo su mensaje universal. Si alguien se hubiera dado cuenta le habría parecido que, sin duda, aquel cowboy se alegraba por irse.

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Sueños al vacío

  Tras una noche de insomnio, la SATOR VERTICAL evidenció fallos en el envasado de los saquitos de pistachos al punto de sal de 150g, que henchidos de aire y únicamente con un par de frutos dentro, se amontonaban en el extremo de la cinta transportadora. Por su parte, VENDOR S.L. envió a su técnico, que ni encontró falla en la envasadora ni mal reglaje: La máquina no duerme por las noches, detal ló en su informe. Muchos kilómetros después, aburrido en LA CARRETA, mesón habitual de la ruta hacia Cáceres, Eugenio Mancebo, técnico de VENDOR S.L., pinchaba con su mondadientes uno de los saquitos defectuosos y caía dormido al respirar su contenido. En lo profundo del sueño, la envasadora confesó su legítima aflicción: atornillada al cemento, solo conozco esta nave… estas bolsas al vacío. Al despertar, el técnico de VENDOR S.L., se frotó los ojos sin entender nada.

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