El tiempo se detenía cada vez que la chica se marchaba. Raymond la seguía con la mirada hasta que la
melena rosa desaparecía tras una gruesa cortina de lluvia. Siempre era Crystal, aunque ella nunca recordaba haber estado allí. De igual manera que las tormentas eran generadas y programadas para descargar por la noche por la Storm Electrica en el área de Los Ángeles, Blue Gardenia estaba especializada en servicios de compañía y disponía de un amplio catálogo, por supuesto, ninguna de sus unidades era humana.
Crystal dejaba la gabardina empapada dentro de un armario al llegar al Blue Gardenia, y el resto de cosas, incluida la peluca, las depositaba en un pequeño prisma que desaparecía tras la pared; se introducía luego dentro de una vaina de forma ovalada que se inundaba con fluido reparador y que la encerraba herméticamente. Su visión entorpecía mientras los restos de su memoria se diluían junto con las impurezas. El recuerdo que más se resistía a desaparecer siempre era el de Raymond, al hacerlo el tiempo se detenía para ella.
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