Dicen que arrastra cadenas y que en lugar de cabeza tiene una campana. Otros afirman que el broncíneo testuz es en realidad una cacerola vacía, sin sustancia dentro. Lo cierto es que rueda por el monte, alegre —la sala de máquinas era fea—, perdiendo tuercas y tornillos. Lo acompaña, colgada de un hilo en la caldera oxidada, una pequeña araña volatinera; no hablan la misma lengua, pero han llegado a entenderse.
Al artilugio le llueven piedras cuando roza las zonas pobladas—¡quieren saber lo que hay en esa cabeza!—. Le cuelgan mazas como brazos —podría resolver la burla en el acto, romper músculos y tendones, destrozar cráneos—, pero por el momento, solo chirría extrañado.
Comentarios
Publicar un comentario