Los tranquilos jardines del tedio puedo ojearlos desde la ventana. Nunca antes estuvieron tan callados, vaciados de propósitos al igual que mi calendario. Solo que las malas hierbas han tomado la pérgola, los toboganes, los columpios grafiteados, lugares que antes les estaban vedados. Se engrosaron en los umbráculos durante el encierro, y en ausencia de trabajadores desbordan los parterres e invaden las pistas sin dificultad. La estampa parece sacada de un relato ficticio, y en los mensajes del chat siempre leo esa frase en algún momento. Además, los boletines informativos ya no aconsejan bajar al perro; se trata de una medida para evitar accidentes, advierten, porque los cachorros desaparecen entre los brotes enmarañados. Qué raros días me visitan. Las calles desiertas como una invención fallida. Contemplo el parque y me pregunto si la maleza cruzará la carretera. Si conseguirá rodear este bloque. Si como dicen, esto no será más que una novela. Si los vigorosos tallos acabará por cubrirlo todo; incluso mis recuerdos.
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